La Crónica Imprevista

Noche nocturna, me recuerdas mi soledad amistosa, la escasez de de buena charla. No hay suficiente internet que abarque tu espesura con la que me empalagas y me obstruyes la sapiencia, la voluntad. Me burlo de mi propia queja, me bofeteo y luego disfruto el malsano status de resignación.

Esta casa de dos pisos, una escalera y varias ventanas, tiene el piso frio y huele a mojado desde fuera. Hogar, escenario de mis noctámbulos paseos durante el día terrenal, sabe de lo que hablo (y es lo único que lo sabe). El recorrido va y viene de la ventana, de la nevera, dejando vasos a medio tomar por los rincones en su ritual multitarea que no termina en nada, siempre termina en nada. Nada que antes me atormentaba, pero que pienso que será mi futuro y el de todo y todos, y lo agradezco; no es por pesimismo, mucho menos optimismo, es sencillo ritmo universal: de la nada vine y a la nada iré, es totalmente lógico. Lo agradezco, no quiero vidas pasadas ni futuras, no, no, no. Quiero que esta vida sea única, y luego mi energía se done al universo, y ya, y listo, y amén.