domingo, 12 de febrero de 2012
A cinco centímetros del suelo
Siendo
niño, floté desde el décimo sexto al noveno peldaño de las escaleras de mi casa
en un abrir y cerrar de ojos, y nadie me creyó. A pesar de que he crecido lo
sigo creyendo, sé que lo viví y no miento. Después de eso lo seguía haciendo,
pero de una forma distinta, mas discreta y perfeccionada.
Apenas
eran solo cinco centímetros sobre el suelo, pero me bastaban para llegar a la
luna, al pasado o al futuro, a una lágrima o a un chocolate. Es muy eficaz este
arte de flotar cuando el suelo está sucio, que casi siempre lo está. Y aunque
ya no buscaba a alguien para decirle que podía flotar, todos al ver mis ojos se
daban cuenta y hasta me regañaban porque, según, los pies no fueron hechos para
volar..., bueno, por algo duele al aterrizar, ya que mi alma siempre se queda
engarzada en alguna idea empalagosa como la melaza; de tanto estirarse algún
día se me va a romper. Son los cinco centímetros mas grandes que he visto, que
he sentido, que me han dado un vértigo fascinante al que a veces le huía y al
rato volvía como adicto, para solamente sentir como el aire me ponía frío los
pies que sudan tanto al andar.
Un día me levanté y de nuevo la escalera se me
presentó retadora, queriendo que la sobrevolara por segunda vez, después de
tanto tiempo. Esta vez escogí que mi ruta fuera desde el noveno hasta el primer
peldaño, solo por variar. Comencé a sentir algo de temor, igual cerré mis
párpados y comencé a despegar..., pero no volé. Una, dos, tres y hasta cuatro
vueltas di y la pared me atajó; mi cabeza era todo un huracán, y el piso fue
cruel y duro conmigo. Pude pararme como si nada, me limpié el polvo y dije que
“tal vez el noveno peldaño sea solo para aterrizar”, y me fui. Pero, algo
faltaba; de pronto nadie me descubría el secreto, y cuando me vi en el espejo
yo tampoco lo vi. Tuve que caminar, muy a mi pesar.
Mucho tiempo después, cuando yo tenía una nueva casa, supe que un niño vivía en la vieja, y los padres no sabían que hacer con un carajito volando como una pluma de cristofué. Lo conocí personalmente, y me confesó que había conseguido un paquetico de sueños a medio abrir, “muy mal aprovechado y administrado” me dijo en su criterio infantil, y comprendí porque sus centímetros no eran cinco, sino diez.- ¡porecito el niño que lo perdió!, ¿verdad?-, terminó por decirme y se fue.
5 de Mayo de 2005
JLGQ
Etiquetas: Prosa
Comentarios:
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es un bello relato mi amol quiero ayudarte a volar nuevamente, que tu corazón se eleve al igual que lo hacias en tu infancia, ahoras volarás con tu propio impulso has preparado tus alas y estás listo Vuela alto muy alto.Te quiero muchisimo
Bellisimo relato Amol Quiero ayudarte a volar como en tu infancia, estás preparado para hacerlo, tus alas se han fortificado y lo harás .Vuela alto muy alto Te lo mereces. Te quiero muchisimo
Gracias Tía, yo también te quiero mucho. Debo agradecer que soy quien soy porque tu me has ayudado a crecer. ¿Ven la tía que me gasto? ;-)
Muy bella tu historia Jorge Luis, en mi caso (siendo niño), también creí haber volado. No sé si lo llegué a experimentar, no lo recuerdo, pero me hubiese encantado. Particularmente pienso que cuando el alma es pura puede volar con más facilidad, pero cuando crecemos y dejamos de ser inocentes el cuerpo se hace más pesado (metafóricamente hablando). Hoy en día es posible "volar" usando la imaginación, siempre lo hago, y logro llegar a rincones donde quisiera quedarme, pero cuando siento mis pies tocando el suelo descubro que fue sólo mi mente la que lo hizo posible, pero mientras dura el viaje lo disfruto al máximo. Gracias por compartir tu experiencia!
Un abrazo,
Rafael Baralt
Un abrazo,
Rafael Baralt
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