martes, 11 de marzo de 2014

 

Diarios


Anoche mientras revisaba en los compartimientos de mi nuevo escritorio, estaba buscando un documento cuando por accidente encontré una bolsa, cuyo contenido es dos de mis diarios. Los escribí durante 2 épocas distintas de mi vida, siempre con la idea que algo podría usar de allí.

Tener un diario para un niño no es algo muy común, tampoco era algo que hiciera público, porque era algo privado, mío, donde me daba (y me doy) permiso de leerme. Cada vez que me los encuentro, tengo reacciones diversas, a veces me provoca jurungarlos y poner atención en los detalles, otras veces me hago el loco y ni los abro, quizás por temor a desatar algún sentimiento impredecible en mí.

01.10.1993-04.01.1996 / 02.12.1999-24.08.2005 / 07.01.2012-...
Algo muy curioso sobre ellos, mis diarios, es que a medida que los reviso en orden cronológico, me doy cuenta que en mis primeros intentos era muy tímido conmigo mismo, disfrazaba las cosas que quería decir. Imagino que es como verse en un espejo, y al saber el poder de la palabra sobre mí, pues me abrumaba saber todo lo que podía salir de mí, lo que podía contar, lo que podía crear. También hizo evidente los temores y fantasmas, los errores y los tropezones al caminar, como también la evolución de los sueños y anhelos. Tuve oficialmente tres, de los cuales solo sobrevivieron (al tiempo y al azar) dos; justamente lamento el que perdí porque fue de una época crucial, esa cuando por fin racionalizas que ya no eres un adolescente sino que ya eres un adulto joven. Obvio que recuerdo lo más importante de esa época, pero como me hubiese gustado haber conservado las palabras que use en ese entonces.

Sé que ellos, los que me quedan y el que comencé cuando llegue aquí, serán una fuente de ideas eternas para mis proyectos futuros, como también recordatorios de lo que queda por hacer, pero también de lo que ya he hecho, que a veces se me olvida.

Lo que puedo decir del primer diario, ese del bachillerato, a ratos siento que leo a la ingenuidad pura (vaya que sí lo era!), con sus desatinos y comiendo flores, muy de explorador que todavía se esconde tras la maleza esperando una oportunidad. El segundo, que fue durante mis primeros veinte y tantos, refleja a ese explorador que ya se atreve a salir al descampado, pero sin idea clara de qué camino tomar. Cuanto quisiera susurrarles a ambas versiones de mi "epa, tranquilo, no te lo tomes tan a pecho, si puedes!" o "ni se te ocurra enamorarte de ese loco", y así.

Nunca es tarde para llevar un diario, sea a mano o en digital, ambos tienen su encanto; eso sí, luego no se sorprendan con lo que puedan encontrar ante sus ojos.

11.4.1995 (fragmento)

2002 (fragmento)


J.

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